Vaya por delante que no creo que veamos ni una cosa ni la otra, pero, especialmente, no creo que se produzca lo segundo.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos apunta a un cambio de paradigma de la política exterior norteamericana que, a continuación, intentaré abordar. Antes, una mínima referencia a su política interior, en la que creo que van a estar centrados sus esfuerzos y decisiones más visibles e impactantes. Malos tiempos para mujeres, minorías étnicas y colectivos LGTBIQ+. Ganó en las elecciones de noviembre la América blanca, hetero y furiosamente religiosa. Pero ellos y, sobre todo, ellas tendrán que arreglar sus problemas... Y esperemos que no nos causen más a los demás.
¿Qué se puede esperar de la política exterior norteamericana? Más allá de las bravuconadas trumpistas sobre Groenlandia, Canadá o Panamá (ojo, no descarto tampoco que lleve adelante alguna de ellas), lo mollar está en la guerra comercial con China, que tiene varios añadidos en diferentes espacios "secundarios".
Para empezar, Israel va a tener amplia manga ancha para hacer y deshacer en Oriente Medio, con un Irán debilitado (de momento), una Siria desguazada y el resto de países árabes más pendientes de sus cálculos económicos que de una política unitaria y coherente. Pierden los palestinos, por supuesto, que quedarán muy cerca de ser borrados de la faz de la tierra, repartidos por diferentes países de la región que los "aceptarán" para convertirlos en ciudadanos de tercera o cuarta división. Triste perspectiva para un pueblo noble que hizo frente al colonialismo occidental y que no encontró respaldo alguno de quienes tenían la obligación de dárselo.
Ucrania será el segundo territorio en el que se moverán las cosas e, intuyo, no precisamente hacia donde pretende Zelensky. Sin el apoyo norteamericano, la resistencia ucraniana a la ocupación rusa se va a hacer insostenible en el tiempo y no deberían esperar que de Europa llegaran las ayudas que lo pudieran compensar... salvo que decidamos en la UE triplicar el gasto militar y reclutar soldados para ir a la guerra en el Donbass. Así que, más pronto que tarde, Ucrania renunciará definitivamente a Crimea, aceptará referéndums de secesión en las repúblicas de Donetsk y Lugansk y, de una forma u otra, se comprometerá a no ingresar en la OTAN (si es que ésta sigue existiendo al final del mandato trumpista). ¿El precio de todo ello? Unos cuantos cientos de miles de muertos. Nada nuevo en la historia de Occidente desde que acabó la IIª Guerra Mundial y decidió que los muertos los iban a poner otros y en otros sitios.
Dejo para otro día el resto de escenarios, pero sí quiero acabar con la pregunta que da título a esta modesta aportación. ¿Nueva Europa? Lo dudo. Hemos decidido, lo han hecho nuestros gobernantes por nosotros, que somos una provincia más del imperio USA. Les compraremos más gas, les compraremos más armas, lo pagaremos todo más caro y no podremos vender nuestros productos y manufacturas allí. Eso sí, seguiremos creyendo que el enemigo de la civilización occidental es China y, por eso, nos obligarán a no comerciar tampoco con ellos.
Mientras tanto, esos gobernantes nos seguirán dirigiendo para que estemos muy atentos a "la invasión migratoria", el gran peligro de nuestros días, parece. Quizás un día tengamos un rato para fijarnos en las cifras de natalidad y de esperanza de vida en Europa y podamos entender el futuro que se nos presenta. O, más fácil, levantemos la vista del móvil y veamos quién cuida a nuestros mayores, quién limpia nuestras calles, quién nos atiende en un bar y quién trabaja en el andamio o con las vacas. Háganlo un día y tendrán una pista de hacia dónde va esta Europa que dejó de ser el refugio de los derechos humanos para convertirse en el laboratorio del regreso del fascismo más excluyente y fanático. ¿Haremos algo para ponerle algún remedio?