miércoles, 30 de diciembre de 2009

Díaz Ferrán, o el verdadero rostro de la economía de mercado.

Ahí tenemos la auténtica realidad de la sacralizada economía de mercado: todo un señor empresario, presidente electo por aclamación del conjunto de los empresarios, haciendo dejación de sus funciones como tal al no garantizar los servicios que, por contrato y previo pago (billete de vuelo) se había comprometido a asumir. ¿Quién paga los desperfectos? Papá Estado, que para eso está cuando vienen mal dadas. Aunque cuando las cosas van bien, al Estado se le exige que no intervenga para repartir beneficios entre los menos favorecidos, que el dinero es un bien con el que no se juega a esas cosas. Pero si se trata de arreglar desaguisados como el de Barajas (en plenas fiestas navideñas, miles de viajeros que quieren volver a sus países de origen, tirados en la T4 y sin opción a réplica) que actúe, no ya el Estado, sino un gobierno socialista, que para eso está, ¿verdad, Gerardito? Quién le iba a decir a este señor que se fuera a convertir en el más claro defensor del socialismo real.
El resto de sus actuaciones, como la de declarar que él no hubiera comprado billetes de su aerolínea dada su situación financiera cuando parece comprobado que ha vendido esos billetes sin ninguna objeción hasta ABRIL, pues no merecería más comentario. Ya me da igual que dimita como presidente de la CEOE o no, lo que quiero es que responda con su patrimonio personal de los gastos que el Estado, el de todos, ha tenido que afrontar para paliar, sólo en parte, los inconvenientes y las injusticias causadas.
Acabo con un hipotético sucedido: verano de 2010, dos mil turistas españoles en el aeropuerto de La Habana, alguna de las compañías españolas que allí hacen negocios cierra y no presta los servicios contratados (viaje de vuelta a España), alarma, histeria,... ¿Qué tiene que hacer un gobierno socialista de verdad como el cubano? ¿Asumir los desperfectos originados por su rival, la economía de mercado? Que cada uno piense lo que quiera.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Las consultas independentistas en Cataluña, puro teatro.

Independientemente de lo que cada uno podamos pensar sobre los nacionalismos en España y su recorrido en el futuro, tengo la convicción de que las consultas sobre la independencia de Cataluña celebradas este domingo 13 de diciembre en unos cuantos municipios de ese territorio no pasan de ser una escenificación más bien teatral de unas aspiraciones, sin duda, legítimas pero, a día de hoy, difícilmente realizables. Valorando los resultados, obviamente lo más significativo ha sido la escasa participación (un 30 %) y eso que el censo se aumentó artificialmente con la inclusión de menores de 16 años e inmigrantes. No obstante, no es éste el análisis que aquí me interesa por no ser computable a efectos demoscópicos. Mis reflexiones de hoy van en la línea de la interpretación de los sentimientos que hay detrás de estas consultas, algo sin duda difícilmente objetivable y, por lo tanto, más proclive a las pasiones que a las razones. Mis valoraciones serían las siguientes:
1. Es indudable que en sectores más o menos amplios de la ciudadanía catalana existe un creciente desapego con su clase política. Los resultados en cuanto a participación de aquellas consultas, legales o no, realizadas en Cataluña que han tenido como base cuestiones identitarias (Estatuto, independencia) han sido más bien pobres, con una abstención altísima. En cambio, los procesos electorales ordinarios (autonómicas, municipales, generales) han seguido la tónica habitual en cuanto a abstención. ¿Se podría quizás concluir que a los catalanes no les interesan las cuestiones identitarias? Quizás los partidos catalanes deberían reflexionar sobre este asunto, no sea que estén apostando por unos contenidos programáticos cada vez más alejados de los intereses reales de la ciudadanía a la que representan.
2. Dando lo anterior por aceptado, también es cierto que en ciertos ámbitos de Cataluña, y no sólo políticos, a España se la mira también con creciente desapego o cuanto menos indiferencia. No parece haberse conseguido un encaje cómodo para Cataluña en la estructura del Estado español. De un lado, Cataluña se siente explotada por el resto del Estado, argumentando que sus niveles de bienestar y riqueza no han crecido en la misma proporción que la de otros territorios del Estado. Del otro, cualquier reconocimiento de las particularidades y singularidades catalanas se ven como concesiones o favores para conseguir réditos políticos (y los mensajes han procedido tanto del PP como del PSOE). Desde luego, no es el mejor panorama para la consecución de ese encaje y, además, la demora en la resolución del Tribunal Constitucional sobre el Estatut no hace más que añadir agravios sobre la percepción que en Cataluña se tiene de las instituciones del Estado.
3. Por último, quiero expresar aquí mi absoluto respeto y comprensión para las reivindicaciones nacionalistas catalanas. Soy de los que piensa que a nadie se le puede obligar a ser lo que no quiere ser, por mucho que haya documentos legales que lo impongan (el caso de Aminetu es la mejor prueba). Entiendo que se defienda la particularidad (el hecho diferencial) y que se actúe políticamente en ese sentido. Pero también quiero advertir al nacionalismo catalán (y al vasco, y al gallego, y al valenciano, y al madrileño, ...) que la Historia nos ha enseñado que las construcciones nacionales artificiales suelen acabar mal (Yugoslavia) y que sólo tienen futuro las que se construyen sobre sólidas base sociales y después de procesos históricos coherentes (a veces, sin duda, violentos). Ni se puede criminalizar toda reivindicación nacionalista ni se pueden subir a los altares todas. Y, por supuesto, sirve de muy poco crear artificialmente unos sentimientos que no existen o que no están suficientemente asentados en el entramado social. No se olviden en Cataluña que todavía viven entre ellos muchas gentes originarias de diferentes partes de España. Y la tierra, como ese nacionalismo repite con insistencia, tira mucho. Para una cosa y para otra.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Aminatu Haidar: dignidad y coraje del pueblo saharaui.

Se cumplen creo que 25 días de la huelga de hambre de Aminetu Haidar. Pocas veces en la historia más reciente una persona, una mujer en este caso, ha tenido la ocasión de poner en jaque a dos Estados, uno integrado en el mundo más desarrollado (España) y otro presentado como baluarte y muro de contención del islamismo radical (Marruecos). Con todas sus maquinarias puestas a pleno rendimiento, ninguno de esos dos Estados ha podido, hasta el momento, ser capaz de persuadir a Aminetu de abandonar su huelga de hambre y comienza una nueva etapa en este conflicto marcada por el creciente nerviosismo de los gobiernos marroquí y español. Quiero presentar aquí mis reflexiones sobre todo ello, señalando, en cualquier caso, mi pleno apoyo a la lucha, personal y como representante del pueblo saharaui, de Aminetu Haidar, que nos está haciendo redescubrir la fuerza de las mujeres de ese castigado continente que es África.
1. Sin entrar en disquisiciones legales o pseudojurídicas, entre las posiciones marroquí y española me quedo con esta última. ¿Por qué? Entre no dejar entrar en tu país a alguien que no ha escrito lo que tú quieres que escriba en un papel (nacionalidad marroquí, no saharaui) y aceptar, por razones humanitarias, a alguien que ha sido rechazada en otro territorio, desde luego prefiero esta última opción. Es indudable que el gobierno español también ha cometido errores, fruto casi todos ellos del reverencial respeto con el que se llevan las relaciones con Marruecos y de la necesidad, casi obligación, de defender ciertos intereses económicos. Pero, por encima de ello, no se nos debe olvidar que este problema lo inicia Marruecos no dejando entrar en su país a una ciudadana de un territorio reconocido por la ONU y puesto, de momento, sólo bajo administración marroquí.
2. Las dudas entre la razón de Estado y el derecho de Aminetu sobre su propia vida me parece que también caen del lado de esta última. Es su decisión, sabe el riesgo que corre y lo asume. Al gobierno español no le queda otra que seguir insistiendo en la presión diplomática a Marruecos, no sobre Aminetu.
3. El trasfondo histórico: España tiene una responsabilidad histórica en el Sahara de la que viene haciendo dejación desde 1975. Ya sé que los gobiernos actuales no tienen nada que ver con la vergüenza que se cometió en las vísperas de la muerte del dictador, ni con las tropelías y cesiones que se vienen haciendo desde entonces hasta hoy. Pero cualquier gobierno que tenga un mínimo de dignidad y aspire a ejercer algún papel en el concierto internacional debe asumir los errores y desvaríos de sus antecesores, al tiempo que procura corregirlos. En su momento,vendimos a los saharauis a Marruecos casi por un plato de lentejas. Quizás es que no nos sentimos muy orgullosos de nuestro pasado colonial, pero debemos de asumirlo al menos para intentar que aquellos territorios que fueron colonias nuestras tengan una salida política digna tras el período de ocupación. En definitiva, que España debe implicarse plenamente en la resolución YA del conflicto saharaui, apelando a todas las instancias internacionales posibles y poniéndose a la cabeza de la justa reivindicación para la libre determinación del pueblo saharaui.

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Profesor de Historia en un Instituto de Cantabria.

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